En Tierra de Barros se aprecian nítidamente las implicaciones económicas y sociales superpuestas a la naturaleza. Estamos ante unos paisajes intensamente humanizados, cuya ocupación hay que fechar en tiempos muy remotos; unos paisajes compartidos por incontables generaciones, desde aquéllas que dejaron su huella en forma de pinturas rupestres esquemáticas, y aún antes, pasando por los romanos que se inventaron el horizonte de viñas y trazaron la Vía de la Plata; los árabes que levantaron fortalezas y dejaron como herencia todo un calendario agrícola; o las órdenes militares que acuñaron una ideología y levantaron iglesias; hasta llegar a nuestros tiempos, los que comienzan con la Constitución de 1978 y el Estatuto de Autonomía de 1983, en que nuestros pueblos y comarcas empiezan a ser protagonistas, como nunca, de su destino.

A la identidad histórica y geográfica de las comarcas pacenses, a ese pasado en común en un medio físico concreto, se unen hoy la férrea voluntad de vivir en conmunidad y esa especie de sano amor a la tierra de nuestros padres, de conciencia de semejanza.

Pero para que entre los miembros de una comunidad se consolide esa conciencia de ser -por supuesto, inmaterial, y que, si se practica bien, nunca debe de ir en detrimento del vecino-, no basta con haber vivido en común durante siglos; es necesario ser consciente de ello, saberlo, conocer los rasgos de esa historia conjunta.

En la Europa del siglo XXI, las comarcas no tienen puestos aduaneros en cada una de sus esquinas. Pero existe el paisaje, el territorio, y la historia en común de sus gentes. Y existe, sobre todo, voluntad de construir juntos el futuro, como sucede con los quince municipios que conforman la comarca de Tierra de Barros: Aceuchal, Almendralejo, Corte de Peleas, Entrín Bajo (con la pedanía de Entrín Alto), Hinojosa del Valle, Hornachos, Palomas, Puebla de la Reina, Puebla del Prior, Ribera del Fresno, Santa Marta, Solana (con sus aldeas de Cortegana y Retamar), Torremejía, Villafranca y Villalba de los Barros.

Por su situación geográfica y la fertilidad de sus suelos, la comarca de Tierra de Barros es el resultado de la superposición incesante de pueblos y culturas, desde los autores de las pinturas rupestres de sus sierras orientales, el poblado prerromano de Hornachuelos, las villas romanas de "La Atalaya" (Santa Marta), "Perceiana" (Villafranca de los Barros) y "Panes Perdidos" (Solana de los Barros), o el impresionante 'Disco de Teodosio', descubierto a mediados del siglo XIX cerca de Almendralejo.

Desde la antigüedad se combinan en Tierra de Barros varios factores que determinan su realidad. Entre otros, se destacan dos: su ubicación geográfica, que la convierte en punto clave de las comunicaciones entre el sur y el norte (ha sido así desde la Vía de la Plata hasta nuestros días, con la naciente autopista del mismo nombre), y la capacidad agrícola de sus fertilísimas tierras, que la sitúan en un lugar preponderante entre las comarcas de secano. A esto hay que unir su enorme capacidad de iniciativa industrial, sobre todo en el campo vinícola y aceitero, con productos de altísima calidad que cada día llegan a más mercados.

Siendo como es una de las comarcas que presenta paisajes más humanizados, podría deducirse que carece de tesoros naturales. Craso error, pues Tierra de Barros conserva áreas de gran valor medioambiental, como la sierra de Hornachos, que muestra formaciones vegetales mediterráneas asociadas a la encina y al matorral, donde viven especies zoológicas de gran interés ecológico y económico.

Tierra de Barros también alumbró la vida de personajes tan importantes como Carolina Coronado, José de Espronceda, San Juan Macías o Juan Meléndez Valdés.

Texto: Prólogos procedentes de "Comarcas de la Provincia de Badajoz"