Sala Vaquero Poblador. Palacio

Del 24 de enero al 9 de marzo de 2025

El acto de pintar es algo de lo que en muy raras ocasiones se habla, incluso entre los propios creadores, y departir sobre ello ayuda a comprender lo que hacemos y por qué. En mi caso es un acto de fantasía y equilibrio mental frente a la vida cotidiana a veces tan dura y caótica.

Cuando inicio un cuadro debo estar fresco. Se tiene una técnica particular y una forma propia de trabajar, en eso se nota el sello de tu personalidad en cada pintura, lo que imagino que la hace reconocible. Disfruto y padezco de igual manera todo el proceso de pintar, puedo sentir un entusiasmo desbocado, una desesperación angustiosa, puedo experimentar multitud de sentimientos y emociones, pero jamás se ha instalado en mí la falta de estímulo, es decir, el aburrimiento. Concebir nuevas ideas me entusiasma, y es mágico ver cómo se desarrollan en un soporte y que sin darme cuenta esos primeros planteamientos se van alejando de su visión o estímulo original y observo por el camino cómo se transforman en algo absolutamente diferente a lo imaginado. Esas razones son las que hacen que cada mañana salga apasionado de casa al estudio.

No aprendo, a menudo cuando trabajo con plena convicción pienso erróneamente que el fruto deseado está a la vuelta de la esquina, pero eso jamás ocurre, entonces dejo esa pintura en paz y paso a otra. Entrar y salir de varios trabajos en curso les permite mantenerse frescos y excitantes y aprovechar eso es muy inspirador. Quiero que mis pinturas me superen. Nunca sé cómo será el desarrollo y final de la obra y eso es lo que me gusta, no soy un gran observador de hechos, ni trabajo a partir de una idea estática, sino que me deslizo en las imágenes que creo a medida que pinto. Trabajo casi siempre por pura intuición, tengo el estudio lleno de trabajos sin desarrollar, algunos desde muchos años atrás en estado de hibernación, la mayoría se detuvieron en un momento dado y no fueron más lejos. Nunca creo que se pueda terminar una pintura. En mi caso, nunca las considero terminadas. Las pintura deben tener resonancias. Tener una vida más allá de lo que representan. Sin eso, todo quedaría en una mera ilustración.

Fernando Molero