De las tierras de la provincia de Badajoz, una de las más hermosas y a la vez menos conocida es La Siberia. Esta tierra, cargada de futuro, es un espléndido retablo de bellezas naturales y culturales, que ha pervivido a lo largo de los siglos, entre otras cosas, por la consideración hacia sus raíces y el respeto al entorno que siempre han mostrado sus gentes. Se trata de un territorio sembrado de tesoros artísticos -algunos, inadvertidos hasta ahora por muchos-, que mantiene viva una rica tradición en su folclore, sus fiestas, su gastronomía y su literatura de tradición oral.
La Siberia, que -íntimamente ligada a la ganadería y la caza- nace a la civilización con las culturas turdetana, íbera y romana, desarrolla tras la Reconquista el proceso repoblador con gentes llegadas desde el norte de la Península y el sur de Francia bajo el auspicio de las órdenes militares del Temple, Alcántara y Calatrava. Desde entonces, su clara vocación ganadera y forestal propiciará la trashumancia y el triunfo de la Mesta, que marcará los siglos venideros, hasta tiempos muy cercanos.
Tierra de gentes templadas, abiertas y acogedoras, La Siberia extremeña es hoy la comarca española con más kilómetros de costa dulce (cinco de los seis grandes embalses de la cuenca del Guadiana surcan sus tierras o la bordean), a la vez que presenta, en estado puro, un sugestivo entramado de agrestes serranías, valles encajonados y onduladas llanuras, que conforman un mosaico de animados paisajes de una belleza espectacular.
Los cambios más importantes en el paisaje de la comarca se remontan a la segunda mitad de pasado siglo XX. Tras la aprobación en 1952 de los textos legales que habían de poner en marcha el Plan Badajoz, La Siberia hubo de ver muy modificada su imagen por la construcción de tres grandes embalses en la cuenca del Guadiana y dos más en la del Zújar. Desde entonces, cerca del diez por ciento de la superficie comarcal está formada por agua.
En pocos lugares de Europa es posible avistar tan variada concentración de energías silvestres como en La Siberia, donde conviven cerca de quinientas especies de vertebrados, algunas, auténticas joyas de la fauna peninsular, como el gamo, el corzo, la cigüeña negra, el elanio azul o el águila imperial ibérica, por citar sólo una pequeña muestra.
Hoy, la comarca aúna esfuerzos para desarrollar sectores que complementen la agroganadería, con un enorme potencial en todo lo relacionado con el turismo interior y la industria de derivados del campo y el bosque, que ya han empezado a dar frutos socioeconómicos importantes.
El mundo cambia hacia una sociedad sin fronteras, en la que todos somos ciudadanos del planeta Tierra. Durante las últimas tres décadas, ese cambio ha sido más que notable en La Siberia extremeña, una diosa dormida durante siglos, que hoy avanza y progresa, pero sin olvidar sus raíces ni el tronco al que pertenecen sus gentes, hombres y mujeres cordiales y hospitalarios, respetuosos con el medio, hasta el punto de conciliar lo que otros creen irreconciliable: programas de desarrollo económico y conservación de un conjunto natural de extraordinaria belleza.
Por su situación geográfica, La Siberia ha sido a lo largo de la historia una tierra abierta a múltiples influencias etnoculturales. Lugar de paso a la vez que tierra de encuentro, aquí dejaron sus huellas los hombres del neolítico, adoradores de las estrellas y del dios Guadiana; los turdetanos y los íberos; los romanos y los visigodos; los musulmanes, que llegaron al sur, y los cristianos, que llegaron del centro y del norte de la Península después de las Navas de Tolosa.
El territorio de la actual Siberia extremeña aparece por primera vez en la historia como un todo administrativo a partir de 1445, cuando el rey Juan II concedió a La Puebla de Alcocer, con todos sus extensísimos dominios, a don Gutierre de Sotomayor, maestre de la Orden de Alcántara. Casi un siglo después, hacia 1530, La Siberia aparece repartida entre el vizcondado de La Puebla, el estado de Capilla, el condado de Siruela y el concejo de Talavera de la Reina, incorporándose por fin en su conjunto a la provincia de Badajoz tras la división de España en provincias decretada en 1833.
Texto: Prólogos procedentes de "Comarcas de la Provincia de Badajoz"