Establecido en el extremo nororiental de la Tierra de Barros, en el cruce de los antiguos caminos de Solana a Barcarrota y Villalba a Badajoz. Fue siempre de corto vecindario, circunstancia de la que deriva el apelativo de Cortecilla con que en ciertos momentos resultó conocido. Durante algunas épocas llegó incluso a desaparecer arrasado por las vicisitudes bélicas o abandonado por otras causas.
En sus inmediaciones proliferan asentamientos igualmente modestos y también de precaria existencia, desaparecidos por diversas causas, algunas ciertamente curiosas. Así, la inmediata aldea de Don Febrero dejó de existir en el siglo XVI, según cuenta Solano de Figueroa, comida por las hormigas. En esa misma época La Corte se encontraba también despoblada, y a mediados del XIX se reducía a dos calles formadas por 12 casas y 16 chozas. En la actualidad cuenta con 1.400 habitantes, habiendo llegado a alcanzar casi los dos mil en 1.930. A nivel popular resulta conocida como La Corte y sus naturales como "cortesanos".