Fue una antigua población, desparecida en el siglo XVII, que se situaba entre La Roca de la Sierra y La Nava de Santiago, en un paraje agreste y bravío, rodeado de encinas y jarales, ocupando un valle de singular belleza sobre el arroyo Lorianilla. En ese mismo ámbito se encuentran numerosos dólmenes, como el de Lácara, la Moneda, el Moro, el Monje, etc., así como abundantes restos prehistóricos y romanos; éstos, relacionados con la industria del vidrio que da nombre a la sierra inmediata. A este lugar, de insuperable grandiosidad y hermosura paisajística, se trasladó en 1551 el convento franciscano antes situado en La Roca de la Sierra. La nueva fundación fue realizada por fray Alonso de Manzanete, sobre una vieja ermita dedicada a San Isidro existente ya en ese punto. Poco después se celebraron en este centro las definiciones en que resultó elegido Provincial de la Orden, San Pedro de Alcántara. El monasterio responde formalmente a las características de sobriedad y sencillez propias de las fundaciones franciscanas. Formalmente se articula en torno a un reducido y recoleto claustro central de doble arcada en altura, con un pozo en el centro. A él se anejan las dependencias conventuales y la iglesia. Al exterior destaca la mole de un sólido cuerpo cuadrangular con aspecto de torreón militar, que se sitúa en uno de los ángulos, y los estribos adyacentes, cuya secuencia conforma un conjunto de acusado interés plástico. Aunque maltrecho y en creciente estado de deterioro, y dedicado a fines que desdicen de la nobleza de su carácter, el viejo convento conserva todavía su estructura principal, constituyendo un testimonio de inestimable interés. La visita a este apacible rincón constituye una de las más hermosas y atractivas que pueden realizarse en el partido judicial. |
Existen restos de asentamientos humanos en dólmenes existentes en la Finca de la Muela, de los que únicamente quedan la Cueva del Monje y la del Moro.
Cueva del Monje: Se trata de un dólmen con corredor incipiente. La galería es apreciable en una longitud de tres metros. Las piedras que la forman tienen una altura de dos metros. El nombre que recibe esta cueva, viene según la tradición que vivió allí un monje ermitaño. Los viejos del pueblo dicen que existe una galería subterránea entre la cueva y el convento de Loriana, que aprovecharían los monjes para escapar por alguna causa. La cueva del Monje también llamada cueva de la moneda, por creerse que allí hubo enterrado un tesoro. Esta fue la causa de su destrucción.
Cueva del Moro: Existen otros dólmenes pero conservados peor que el anterior, casi todos ellos destruidos por aprovecharse la piedra para la construcción. Este es el caso de la cueva del Moro, que subsiste en toda su planta salvo la falsa cúpula.
Otro resto de asentamiento humano es la CITANÍA, que se encuentra en la zona de dólmenes El arqueólogo que la investigó no quedo establecido el lugar exacto donde se encuentra, se cree que se refiere al llamado Mirador de Muela. Desde este mirador se ve la interpretación del hombre en la piedra. La Citanía responde perfectamente a un castro o fortaleza natural, aprovechado para su conveniencia más segura. Tiene fácil acceso desde la Cueva del Monje, y está cortada a pico en la transición a la llanura. Hay restos arqueológicos.
En la Finca de la Pizarrilla, existen rectos de un poblado con signos muy abundantes, escrituras anteriores a las inscripciones célticas.